3.21.2014

hojas de otoño

a decir verdad todo sigue como siempre por aquí,
ya sabes... cotidiano y simple

aunque aún pelees con la idea, nada se puede hacer, soy una chica sencilla, no tengo grandes sueños, ni aspiraciones, mi día no es una carrera hacia algún futuro ni es una lucha contra mis pares, mi día es una comunión, y los cuento de a uno; soy feliz si puedo escribir alguna cosa, sacar algunas fotos, tomar un poco de té o licor de anís; soy feliz sola desnuda mirando el cielo en el pequeño jardín, hay tantas nubes y aves; soy feliz si llueve, si la luz de la luna llena entra por la ventana de mi dormitorio cae sobre la cama, me abriga y me bendice, también soy feliz cuando el viento juega con mi pelo, en la calle, en cualquier calle, y junto al mar...

si, sé que te resulta molesto, que gran parte de mi felicidad sea humilde, cotidiana y personal, que no pase de hoy, de esta tarde de otoño, que ya no me importen los sucesos de esta mañana ni de la siguiente, y que no muera de amor alguna vez, que no lo intente ni siquiera, lo se... y nada puedo decirte al respecto, la gente es extraña

me dicen que debería hacer un curso de fotografía, que debería estudiar letras o ir a un taller literario, que debería ampliar mi negocio de la comida, que debería casarme, que debería trabajar como veterinaria, que soy muy inteligente, que debería todo;

y yo siento que no debo nada, que estoy mano a mano con el mar y el firmamento, que nos gustamos mucho y que no podemos separarnos todo ese rato que la gente pretende que yo me encierre a aprender: cosas que ya se hacer! quién no sabe respirar? quién no sabe amar? quién no sabe pensar?

me gusta mi trabajo, he logrado ganarme el dinero a mi forma, a mi tiempo y haciendo algo que considero amoroso y compasivo, pero con todo quisiera incluso no trabajar, quisiera pasarme el día entero y la noche entera y la vida entera caminando por ahí, un poco despeinada, buscando bosques parecidos a los que conocieron a thoreau, escuchando con los ojos cerrados bajo 'ese' árbol, el sonido de la lluvia en la selva, cuando el viento se entrevera en sus hojas, si... eso lo aprendí con alguien que camina mucho y que cierra los ojos a menudo, desde esa tarde siempre que paso debajo de alguno de esos árboles, si es que hay viento, me permito el privilegio...

y a la noche, subir al techo a verlo todo, sinceramente poco me importa dónde estás vos, ni qué estarás haciendo... hay que sanar de esas enfermedades las preguntas; la noche, el techo, las estrellas, que también me miran, vamos, no nos engañemos...

la noche nos mira perpleja, el mar nos escucha, al viento le gusta que mi pelo juegue con él, y las bellotas sonríen si me encuentran...

por eso te digo que la gente es extraña, parece que nunca podrá salir de su amnesia, a veces ni la muerte misma logra nada... pero ni recordar ni olvidar son mis asuntos y ojalá no sean los tuyos tampoco, yo me dedico al instante espontáneo y es curioso, porque cuando el amor está presente, también estás vos, y la gente extraña, y mi abuela y aquella cachorra... entonces después de todo puedo incluso sonar como una embustera cuando escribo que mi felicidad es individual, que no recuerdo, y que hay que sanar de esas enfermedades las preguntas...

pero no miento, cuando me quito de mi y me brindo humildemente, todo está ahí, las cuatro estaciones y aún así, hoy es definitivamente, una tarde de otoño, la primera.







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