una vez conocí a un chico
que tenía la extraña capacidad de percibir, apenas entraba a un lugar, si algún televisor estaba encendido en cualquiera de las otras habitaciones; a eso había que sumarle la extraña costumbre de coleccionar garrafas, que liberaba a un precio razonable, en los tiempos de conflicto sindical del supergas;
con todo, lo que más me impresionó de él, fue su extra-ordinaria capacidad de reír conmigo, a la par, boca a boca, carcajada a carcajada, una noche entera, y más.
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